Cuando del dolor nace el arte
El cementerio es el hogar no sólo de aquellos cuyos huesos yacen enterrados, sino también la espléndida muestra ornamental de esculturas erigidas en su memoria.
Tallados en piedra, estos monumentos se han convertido en algo más que el tributo ornamental para el que fueron originalmente creados. Ahora, cubiertos con una suave capa de polvo, cada uno parece haber cobrado vida propia y de la melancolía de la muerte viene la noción reconfortante de una presencia que perdurará.
© Peter Gasser
Hace ya algún tiempo, mientras buscaba información sobre uno de los cementerios monumentales más conocidos e importantes del mundo, me topé por casualidad con la obra del fotógrafo suizo Peter Gasser. No voy a entrar a valorar lo minucioso y cuidado que es su trabajo, ni el gusto con el que capta con su cámara cualquier escena que se presente ante él. Su obra habla sola. Lo que quería destacar de Peter, era una escueta aunque exquisita introducción que redactó para referirse a ese cementerio y al arte que allí existía. Me he tomado la libertad de reproducir sus palabras para abrir este post.
Y es que, los cementerios, no dejan de ser -en cierto modo- museos que albergan verdaderas obras de arte de la escultura y arquitectura. No en vano, los escultores y arquitectos más distinguidos, eran los encargados de crear estos monumentos funerarios para las familias adineradas.
Recientemente he tenido la oportunidad de visitar el cementerio de Torrero, en Zaragoza. Un lugar en el que ya tenía la sensación de haber estado aún sin conocerlo. Una vez traspasados sus muros, es inevitable sobrecogerse al alzar la vista y verse rodeado por semejante cantidad de panteones, sepulturas, esculturas, mausoleos, memoriales y criptas, cada cual con su historia, única e irrepetible.
Os dejo una pequeña muestra de fotos de este vasto cementerio.
Memento homo
quia pulvis es
et in pulverem
reverteris.
~
Recuerda, hombre,
que polvo eres
y al polvo regresarás.
Panteón de la Familia Aladrén. Simboliza un viejo cementerio con pequeñas cruces inclinadas. Sobre él, la figura de un hombre musculoso adopta la posición de máximo esfuerzo al cavar su propia tumba (el pico ha desaparecido). Representa el compendio de la vida humana; honores, riqueza, orgullo.. todo se reduce a lo mismo: Polvo. Es el sepulturero eterno.
Ofrenda floral en un panteón. Yuxtaposición de lo perpetuo y lo efímero.
El tiempo, a través de la figura de un anciano vigoroso arrancando las hojas del libro de la vida que caen a sus pies, representa el paso del tiempo. Es la interpretación alegórica de los versículos del Libro de Job (14-5) que rezan:
Breves son los días del hombre, en ti está el número de sus meses..
Su mirada, fija en la eternidad, es ajena a todo lo demás.
Panteón de la Familia de Gerardo Mermejo. Representa el Ángel de la Guarda del difunto; está construido en mármol de Carrara y se presenta sentado sobre un túmulo o sarcófago. Su semblante triste, cabizbajo y pensativo, una vez finalizada su tarea, se complementa con una cruz apoyada en el pecho y una suave vestimenta cubre el cuerpo que descansa sobre la losa sepulcral.
En una de las múltiples zonas de enterramientos tradicionales me llamó la atención la pequeña escultura de mujer flanqueada por dos columnas y elevando su mirada y manos al cielo.
Nada he podido averiguar respecto a este monolito de piedra sobre el que se apoya, con los brazos extendidos, un cuerpo femenino de semblante severo, que abraza la figura de una calavera. Un bajorrelieve en la piedra con el símbolo del Crismón de Constantino («In Hoc Signo vinces” -con este símbolo vencerás-) al que se añaden las letras alfa y omega, que podrían hacer referencia a un versículo del libro del Apocalípsis “Yo soy el alfa y el omega”, el principio y el fin, la vida y la muerte.
«Dejando la tierra» es el título que recibe esta escultura que se alza sobre a la losa sepulcral inclinada de Don Gregorio Ginés. Se trata de una representación plástica del vuelo del alma que, representada por una vaporosa figura de mujer, abandona el lodazal de la tierra para elevarse al infinito. La ascensión del alma al cielo como una mujer joven, desnuda y cubierta por una vaporosa mortaja que deja entrever su silueta femenina. La inclinación hacia atrás de la cabeza y los brazos pegados al cuerpo otorgan un aspecto desmayado dentro de ese sentido ascendente de la figura, que permanece unida a la tierra por un solo punto en el que unas varas de azucenas blancas simbolizan la virtud.
Una figura sedente -sentada- representada por un ángel femenino de mirada serena y vestido con una túnica, alza su mano izquierda hacia otra figura femenina de formas etéreas y ropajes evanescentes que se eleva sobre un muro, simbolizando la resurrección de los muertos.
El Monumento a la Fosa Común representa a dos hombres desnudos que sostienen el cuerpo inerte de un tercero antes de ser inhumado. El tratamiento anatómico que utiliza el autor, dota de un cuerpo atlético y musculado a los portadores y de una sensación de pesadez al cuerpo del difunto. Asimismo, las cabezas miran cada una hacia un lado, cada cual con expresión diferente, invitando al visitante a rodear el conjunto escultórico. A los pies, el epitafio reza:
Vosotros,
cuyos restos anónimos yacen aquí
a quienes
hizo iguales
la naturaleza humana
la redención divina y
la niveladora muerte,
no sois olvidados de todos.
La ciudad,
igualitaria porque cristiana
justiciera y piadosa
os recuerda,
os proclama suyos
y os encomienda a dios.
© Juan Moneva y Pujol
Tardé en localizar uno de los espacios más emotivos dentro de este gran complejo. Se trata del primer Memorial erigido en España en recuerdo a los 3543 represaliados/fusilados republicanos durante la Guerra Civil en los muros de este cementerio.
Una espiral compuesta por 3543 placas individuales, hechas en metal con una altura de 90cm. llevan troquelados los nombres y apellidos de las víctimas, junto con su edad y la fecha de fusilamiento ordenados cronológicamente. De ellas, unas 600 placas únicamente recogen la leyenda «hombre» o «mujer» al no haber sido posible la identificación de sus cadáveres.
El trazado de la espiral se complementa con plantas aromáticas -como la lavanda- a modo de jardín y en el corazón de su trazo, un cubo de color rojo simboliza el sufrimiento de aquellos días, lleva grabada la frase del poeta Luis Cernuda «Recuérdalo tú, recuérdalo a otros».
El Ayuntamiento de Zaragoza ha publicado un PDF en el que se muestra la Ruta del Arte Funerario. Se puede consultar AQUÍ (pdf).